(Publicado por primera vez en Mindalia) Hoy mismo alguien me ha dicho “se acabó, tiro la toalla”. Según esa persona, nada de lo que hacía servía, salía bien o cambiaba su situación. Con lo que ha acabado por aceptar que no puede hacer nada, que no tiene capacidades ni manera de cambiar las circunstancias. Esto no le ha pasado por una sola situación. Lleva años asumiendo que no vale, que no puede, que no merece…. Su autoestima, y su confianza así como su resiliencia son mínimas. Vive en un esquema mental que parece una prisión. No creo que no quiera cambiar su situación, es que ya no cree que pueda. Cuando vemos a un niño acosado sistemáticamente por un matón de su clase, no se defiende porque no puede hacerlo, no porque no quiera. Cuando vemos a una persona víctima de violencia de género, no se defiende porque no puede. En muchos contextos podemos ver mentalidades de víctimas que han aprendido a creerse indefensas e incapaces.
Cuando nos convertimos en esa persona que aunque quiera, no cree que pueda, es que nos hemos acostumbrado a pensarnos así. Todas las gotas que han ido sumándose al vaso, son gotas “conocidas” para nuestro sistema, que las reconoce como habituales así que se convierten en nuestra zona de confort. Nuestro vaso, rebosante de “no puedo” y “no me merezco” es nuestra prisión de cristal. Y a eso nos acostumbramos. Podemos asumir veneno poco a poco hasta hacernos inmunes. Lo mismo hacemos con la vida: vamos bajando el mínimo hasta que creemos que no nos merecemos nada.
Pero todo esto no es más que una posibilidad. Nada de lo que dice nuestra cabeza tiene la capacidad de ser verdad, sino sólo de ser un pensamiento o una opinión. Así que siempre existe la posibilidad de trabajar esa mentalidad de víctima para que deje de serlo. Se pueden cambiar las rutinas de pensamiento, las creencias limitantes y las conductas, por lo tanto se varían los mínimos que consentimos y que queremos para nuestra vida.
Conozco la mentalidad de víctima porque yo la he tenido durante casi toda mi vida. Atraía al tipo de personas, de trabajos o de jefes que yo necesitaba para seguir dándome la razón. Esa era mi vida y no contemplaba que hubiera otra forma de vivir. Hubo una ocasión en la que tenía un trabajo temporal como ayudante en el que la nueva jefa era lo opuesto a lo que yo había conocido hasta ese momento: me trataba con respeto, valoraba mi trabajo, me hacía partícipe de las decisiones y me hacía sentir parte importante del equipo. Descubrí que estaba más tranquila, alegre y enfocada. Podía rendir más y era más creativa. Pero sobre todo descubrí que había otra posibilidad para mí. Que lo que yo había vivido hasta entonces no tenía porque ser lo único que viviría el resto de mi vida. Fui consciente de que me sentía víctima y como tal, siempre tenía trabajos y jefes abusivos. No eran ellos, sino cómo yo me sentía y las faltas de respeto que yo toleraba. Esa toma de conciencia (introducir en mi realidad la posibilidad de otra forma de vivir) lo cambió todo. Esa posibilidad siempre estuvo ahí, claro, pero hasta que no lo vi, no me di cuenta de que todo es una cuestión de elección. Yo elegía en ese momento dejar de permitirme estar en ciertas situaciones con cierto tipo de personas. Y para eso tuve que tomar muchas decisiones, trabajarme creencias, emociones, puntos de vista, ampliar mi visión….. Me comprometí con esa posibilidad y trabajé por hacerla real. De nuevo, nada es verdad cuando se trata de la cabeza, pero sabiendo eso, elijo vivir bajo creencias impulsoras y no limitantes.
Salir de lo conocido y habitual, de nuestros hábitos de conducta y pensamiento es un acto de valentía. Sobre todo cuando sólo hay “yo no valgo”, “yo no me merezco” o “yo no puedo”. Sé lo complicado que es, el miedo que da y lo difícil que puede ponerse a veces. Pero ¿es que acaso la vida de una víctima no es suficientemente dura?, ¿no sienten miedo y no es complicada su vida?
Basta un sólo segundo de conciencia para que puedas agarrarte a esa luz y seguir un nuevo camino.
Cómo andar ese camino no lo sabrás hasta que empieces. Y el truco está en ir paso a paso. No puedes conocerlo de antemano, no puedes andarlo si no lo andas. Así de simple. Puedes hacerlo por tu cuenta o acompañado.
Ya sé que asumir la responsabilidad de tu vida es un reto. Ya sé que nada de tu pasado te ayuda a proyectar para prever, porque estás en territorio desconocido. Ya sé que cabrea que ya no puedas seguir echando la culpa a otros por lo que tú sientes o piensas. Ya sé lo que cuesta soltar la imagen que tenemos sobre los demás o nosotros/as mismos/as. Ya lo sé.
La conciencia trae la posibilidad de elegir y a partir de ahí, nace la libertad.
Nuria Velasco
Coaching, PNL y Registros Akáshicos